No, no lo
esperéis. Ya ha ocurrido. Ella me lo dijo ayer.
Volvía a mi
pequeña fiesta cuando la encontré en la calle. Casi no la vi, hasta que me
llamó. Tardé un momento en reconocerla y entonces asomó mi mejor sonrisa. Ella
me correspondió con gesto cansino pero no desfallecí. “¿Qué tal? ¿Cómo estás?” “Bueno…
se nos cayó el cielo encima.” Y no quería hablar mucho más. Sólo me dijo lo
bien que me veía, que había engordado y me sentaba genial. Se le cayó el cielo
encima. Ya había ocurrido. Pero siguió caminando, porque era de noche y tenía
que ir a buscar el coche. Lo había aparcado un poco lejos. Era de noche y
empezaba a llover.
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